Hay veces en la vida en las que todo parece derrumbarse. Quizás pierdes una pareja, un trabajo, sobreviene la enfermedad o se pierde a un ser querido. Y hay veces que se te derrumban varios pilares importantes de tu vida a la vez, uno detrás de otro. Yo estoy en uno de esos momentos.
Esto me deja en una posición de incertidumbre y vulnerabilidad. Los pensamientos negativos cogen fuerza y los sentimientos de desánimo, impotencia y desesperanza proliferan.
Vivir esta experiencia está provocándome ciertas reflexiones que quisiera compartir. Todo el mundo pasa por este tipo de crisis vitales. La cuestión, me digo a mí misma, es salir fortalecida de estos momentos y transformar el sufrimiento en aprendizaje y sabiduría.
Estoy pensando como, por ejemplo, la autoestima puede ser algo tan circunstancial y variable dependiendo de las circunstancias vitales. En momentos así, parece que la visión positiva que tenía sobre mí misma se desmontara y cogiera fuerza una voz culpabilizante y despreciativa en mi mente que no demuestra ningún amor por mi persona.
Esto solamente me muestra que necesito cultivar una autoestima aún más fuerte, más invulnerable a lo que suceda fuera o lo que opinen los demás. Darme cuenta más profundamente de quién soy, de mis cualidades y valor único, más allá de las circunstancias de mi vida y de mi personalidad.
Para ello, trato de seguir con mi práctica de mindfulness.
Practicar la atención plena en pleno sufrimiento es difícil. La mente está dispersa, salvaje y rebelde, no quiere meditar. Cuesta enfrentarse cara a cara con el dolor que se está experimentando, sobre todo cuando es tan intenso que nos duele mirarlo.
Sin embargo, es absolutamente necesario. Ya que solamente en el momento presente podemos extraer la paz y los recursos interiores necesarios para salir adelante.
A veces, es necesario dar el paso de alejarse de lo que nos provoca la ansiedad y el estrés y refugiarse en un entorno seguro y tranquilo para recuperarnos. Dejar pasar unos días para poder ver las situaciones con más perspectiva y claridad.
También es buena idea recurrir a nuestra gente de apoyo o si es necesario en crisis grandes, a ayuda psicológica profesional. Los otros pueden ser un buen espejo que nos aporte información valiosa. En momentos de crisis, es necesario ser humildes y dejarse ayudar, sin quedarse colgado de los demás ni hundirse en la propia miseria.
Haber practicado mindfulness permite observar todo el proceso de crisis desde cierta distancia y ecuanimidad. Hay más posibilidades de salir de ello, más libertad. El hábito de soltar los pensamientos y mantenerse concentrado en el momento presente es crucial para poder seguir adelante.
Haber practicado minfulness no significa que no se vaya a sentir o a sufrir por las cosas que nos puedan suceder, sino que vamos a poder superarlas practicando la fortaleza interior que da el saber que todos los estados mentales y emocionales, también los negativos o depresivos, son impermanentes. Y que cada segundo y cada minuto pasan y cuentan y son un medio para sembrar lo que queremos cosechar en el futuro.
Gracias por compartir, Ana María. Transitar el dolor… ¡tan duro y tan necesario! Y sí, se hace viviendo el presente. Para mí eres una fuente de inspiración, me recuerdas que adquiriendo el hábito de la meditación llegamos a estar más conectados con nosotros mismos y con la vida. No quiere decir que no tengamos crisis, como has explicado tan claro. No van a dejar de doler. Eso sí, vamos a estar en el presente para poder transitarlas, sin esquivar y sin anestesias. Para vivirlas.
Te mando un abrazo muy fuerte y fuerza para seguir sosteniendo.
Buena síntesis, fácil de leer😊😏❤