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Los 7 fundamentos de la práctica de mindfulness

7 febrero 2020 Escrito con amor por: Ana_Maria 1 comentario

Desde la perspectiva de Empoderamiento Femenino, la práctica de la mindfulness es una práctica de empoderamiento. 

La práctica de la atención plena es una actividad completamente diferente a cualquier otra actividad humana. Para practicarla, son necesarios unos requisitos que habitualmente nos cuesta integrar, incluso aunque llevemos tiempo meditando. Implica cambiar completamente nuestro concepto del proceso de aprendizaje.

En la práctica de la atención plena, podemos hablar de 7 aspectos fundamentales, que son las normas del juego propias de esta disciplina mental y espiritual: no enjuiciar, paciencia, mente de principiante, confianza, no forzamiento, aceptación y soltar. 

  • No enjuiciar

Desde el primer momento en que nos detenemos a observar nuestra mente, podemos ver fácilmente como estamos continuamente enjuiciando todo lo que percibimos. Lo que nos gusta lo juzgamos como agradable y nos apegamos a ello, lo que no nos gusta, lo juzgamos como desagradable y lo rechazamos por todos los medios y lo que nos resulta neutro, probablemente ni reparamos en ello, nos es indiferente.

Tenemos el hábito inconsciente de categorizar toda nuestra experiencia a través de estos tres filtros básicos (me gusta, no me gusta, me es indiferente). Es un hábito tan arraigado que puede que ni siquiera nos hayamos dado cuenta de que lo hacemos o puede que sí, pero vemos que haya nada problemático en ello.

Practicar mindfulness no implica que no podamos tener una opinión sobre las cosas. Es normal que las cosas no gusten, disgusten o no nos importen. El problema es cuando reaccionamos inconscientemente en base a estos juicios continuos. No actuamos entonces conscientemente ante la realidad de lo que está pasando, sino que reaccionamos a lo que juzgamos que está pasando.

Con la atención plena tomamos conciencia de nuestra actitud de enjuiciar todo automáticamente y luego adquirimos la capacidad de separar lo que son los hechos de lo que son nuestros juicios, ideas y emociones.

Practicando la mindfulness, nos entrenamos en suspender el juicio y observar simplemente lo que ocurre, incluyendo nuestras reacciones. A nivel de la práctica, esto significa que observamos nuestros sentimientos de desánimo, aburrimiento, juicios sobre la práctica o demás emociones sin por ello tirar la toalla y dejar de llevar meticulosamente nuestra atención de vuelta a la respiración.

  • Paciencia

Dicen que la paciencia es la madre de la ciencia. Y también es la madre de la sabiduría, que florecerá si perseveramos en la práctica de la atención plena. Ser paciente es saber que es imposible acelerar el proceso de sanación. Que todo llega a su debido momento. Y que no podemos hacer nada para forzarlo.

Una vez, mi querida amiga Esther Montmany, una gran meditadora hizo el siguiente comentario parodiando la obsesión social por la actividad y la velocidad: "Estás meditando, muy bien, pero ¡medita más deprisa!"

Dentro de las normas del juego de la atención plena, “meditar más deprisa”, obviamente, no tiene sentido. Es, de hecho, la antítesis de su espíritu. Meditar es la actividad del no hacer. No podemos meternos prisa. No vamos a convertirnos en grandes meditadores de la noche a la mañana. Solo el tiempo y la práctica alegre y perseverante nos mostrarán resultados.

  • Mente de principiante

La mente de principiante es una mente dispuesta a verlo todo como si viese por primera vez. Esto es tratar de mirar a tu padre o a tu madre como si los vieseis por primera vez, mirar con frescura a tu hijo o a tu pareja, mirar los lugares que frecuentas con ojos nuevos. Esta mirada es la mirada no condicionada de la atención plena. Es algo difícil de conseguir, pues implica estar en el presente, entrenándonos en percibir sin juicio, sin estar influenciados por nuestras experiencias pasadas.

Lo contrario a la mente de principiante es la mente que se relaciona con todo a través de sus proyecciones. Es nuestra mente en piloto automático, que nos aleja del momento presente. Es la mente con la que solemos vivir y por la que, por ejemplo, no prestamos atención a lo que estamos haciendo en un momento dado: ya sea trabajar, conducir, escuchar a un ser querido.

¿Cuántas veces has decidido ir a una habitación a buscar algo y cuando llegas has olvidado lo que ibas a buscar? Esto es un ejemplo habitual de cómo nos perdemos en nuestros pensamientos y olvidamos lo que estamos haciendo con facilidad.

La mente de principiante, que se ancla en el momento presente, nos trae concentración y claridad.

  • Confianza

La atención plena ayuda a desarrollar una confianza básica en uno mismo y en sus sentimientos. Aprendemos a confiar en nuestra intuición y nuestra autoridad interna.

Muchos meditadores o meditadoras, entre los que me incluyo, cometemos alguna vez el error de, en la práctica, confiar más en el criterio del maestro o maestra espiritual que en el propio. Vemos al maestro o maestra como alguien con más sabiduría y que sabe mejor que nosotros lo que nos pasa y lo que debemos hacer.

Según mi experiencia, esto ha resultado ser un grave error. Los malos maestros permiten que sus discípulos piensen así, para poder tener mayor poder sobre ellos con fines egoicos. Los buenos maestros, por el contrario, incentivan la autonomía y la confianza de sus discípulos en su propia práctica meditativa.

A veces idealizamos a la persona que nos guía y confiamos más en ella que en nosotras mismas, pero esto, desde el punto de vista de la práctica, es un error. No es sano querer convertirnos en otra persona. Al contrario, el fin de la práctica es ayudarnos a ser quienes somos, peculiares y únicos, cada vez más nosotros mismos y con más sabiduría.

La práctica de mindfulness pasa por aprender a confiar en nosotras mismas y hacernos responsables de nuestras vidas instante tras instante.

  • No forzamiento

En las actividades normales, todo lo que hacemos apunta a un objetivo. Esta actitud, en el caso de la meditación, es contraproducente y un verdadero obstáculo. La meditación no es un medio para un fin. La meditación no tiene tanto que ver con el hacer como con el no hacer. Meditar es aprender a ser.

Y no es necesario que nos forcemos para ser, ya que ya somos. Si dejamos que nuestra práctica la guíen objetivos mentales, vamos por un camino equivocado. Por desgracia, este es un error habitual entre los y las practicantes de meditación o mindfulness. Meditamos para relajarnos, para calmarnos, para ser mejores o para alcanzar la iluminación si tenemos objetivos espirituales elevados.

Sin embargo, la paradoja es que para conseguir el dominio de la meditación, es necesario soltar toda expectativa y objetivo al respecto de los resultados de la práctica. No meditamos para nada. Meditamos porque sí. Meditamos porque simplemente somos.

  • Aceptación

La aceptación es ver las cosas tal y como son. Malgastamos mucha energía todos los días quejándonos o resistiéndonos a lo que no nos gusta, intentando forzar las cosas para que sean como nosotros queremos.

Desde un punto de vista de la atención plena, lo que tiene sentido es aceptar las cosas tal como son, pero no como una forma de resignación pasiva, sino como condición indispensable para poder ver con claridad cómo generar un cambio positivo.

Por ejemplo, si queremos perder peso, no sirve de nada estar generando continuamente rechazo y crítica hacia nosotros mismos mientras hacemos la dieta. Malgastamos la energía en los juicios. Es más efectivo aceptar y amar el cuerpo tal como es ahora, con sus kilos de más. Decidir que podemos estar a gusto con nuestro cuerpo tal y como es. Y aún así, introducimos hábitos positivos en nuestra vida que nos ayuden a adelgazar.

Si aceptamos las situaciones sin dejarnos llevar a cabo por los juicios, podemos tener una visión más clara de lo que está ocurriendo y desde ahí saber cómo actuar.

  • Soltar

Aferrarnos o identificarnos es lo contrario de soltar. Practicando mindfulness, aprendemos a ver cómo nos aferramos o identificamos con nuestros juicios, pensamientos, sentimientos o personas, objetos y situaciones exteriores.

Sólo el ser consciente del proceso del apego, es una buena señal. Al ser observado, la fuerza del apego se debilita.

La meditación es un aprendizaje de cómo soltar. Cada vez que soltamos un pensamiento o una emoción, nos estamos entrenando en ello. Esta capacidad nos permite desarrollar la cualidad espiritual del desapego, que nos ayuda a vivir con más ligereza y alegría.

Esto ha sido un breve artículo sobre los 7 fundamentos de la mindfulness. Espero que sea útil para vuestra práctica meditativa. 

Nos vemos en los comentarios

Archivado en: mindfulness, Sin categoría Etiquetado como: mindfulness

Interacciones del lector

  1. Christian

    7 febrero 2020 al 21:11

    Escrito con amor 😏

    Responder

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